Saber escuchar y ser escuchada.

Ser escuchado, ser escuchada, es un desahogo para el alma, una descarga de lo acumulado que al ser compartido, afloja la presión que  ejerce en el espíritu.

Saber escuchar es de las asignaturas mas difíciles en la vida. Intentar aparcar egos para servir de apoyo total a alguien, aunque sea unos minutos,es un ejercicio de crecimiento.

Saber escuchar no tiene que ver con aconsejar. Por supuesto que es maravilloso poder aconsejar, pero ese es otro tema. Hay que aconsejar cuando se pide consejo. Por escuchar a alguien no se tiene derecho a decir en que se equivoca ni como debe actuar. Escuchar no quiere decir que tengas que dar una solución  a los problemas que plantea la otra persona. Cada vida es un mundo. Si quien escucha plantea soluciones, serán soluciones teóricas basadas en sus experiencias en la vida… y quizás no se adaptan a otra persona.

Saber escuchar es compartir la preocupación, hacer que quien habla, sienta tu apoyo sincero, tu empatía. Saber escuchar es un acto de generosidad y un inmejorable ejercicio de control de ego.

Pero hay otra cara en esta moneda. Si quieres ser escuchada, debes saber escuchar. Hay quien solo puede contar sus preocupaciones y si recapacita, se dará cuenta de que pocas veces ha escuchado a otra persona. Hay situaciones realmente cómicas de dos o más personas que quieren ser escuchadas pero  ninguna de ellas cede. Perdón por la frivolidad pero he asistido muchas veces a auténticas competiciones de desgracias, donde una persona cuenta una preocupación y la otra cuenta esa, pero superada. Poco o nada se consigue en esas reuniones, incluso se va hacia atrás. Egos enfrentados.

Saber escuchar no quiere decir recriminar por los actos realizados, sino ponerse en la situación en que esa persona tuvo que tomar esas decisiones e intentar comprender porque las tomó.

Por todo lo dicho y por más cosas, solo sabrá escucharte quien realmente te quiera. 

Feliz jueves.

Manuel.